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may 03

QUINCENA COMO HOSPITALERO VOLUNTARIO EN EL CAMINO DE SANTIAGO


mmm

Iba PSY de peregrino y nos bailó el “Gangnam style”. Qué lujo!

 

    Publicando  lo que aquí quiero contar, está claro que amigos no voy a ganar. Pero creo que es importante dejarlo escrito, sobre todo para compartirlo con otros hospitaleros voluntarios, anteriores y futuros. 


Y también para todo aquel interesado en este submundillo tan especial de el Camino de Santiago. En este caso en sus cloacas, que también las tiene, como todo lo formado por personas, y por tanto con nuestras glorias y miserias.
          
 
        Pero a ese temita vuelvo luego.  Dos partes tiene esta historia, pues bipolar fue también la experiencia. 
Pedazo paella de marisco nos hizo Jesús, de Tarragona.
 
           Ser hospitalero voluntario consiste en ser la persona responsable del albergue de peregrinos, recibirles calurosamente, inscribirlos, acomodarlos, resolver sus dudas, solucionar los problemas que surjan, mantener el albergue limpio y en condiciones, según albergues organizar una cena comunal, reponer el papel higiénico… 
 
           De una forma u otra estás trabajando todo el día, te salen jornadas de 14 horas, aunque son tantas las gratificaciones que recibes que casi no te das cuenta. Qué diferencia con aquellos jueves eternos en el banco! 
   Normalmente las estancias son de una quincena, pues la experiencia es agotadora físicamente, pero sobre todo psicológicamente.  
 

     Aquí la pregunta que me hacéis los que no conocéis el Camino es siempre la misma: Por qué vas de hospitalero, a currar gratis como un negro?

 
      Será que soy un meapilas chupabiblias buscando ganar puntos para la vida eterna? 
 
   A ver si me explico. Voy pallá…
 
        Es una manera diferente de vivir el Camino. Cuando lo andas como peregrino te sientes fluir por el mundo. Como hospitalero es el mundo el que fluye por ti. 
 
      Así cada día convives con un montón de personas, cada cual con su historia a cuestas. También en ocasiones hay quien se queda más de un día y te echa una mano.
 
       Pero no hay día sin que te encuentres a alguno con quien conectas particularmente y que haga que todo el esfuerzo haya merecido la pena. Como contaba desde Bolivia,  personas que tienen algo que contarte o a las que tienes que contar algo; que aparecen para ayudarte o para que tú les ayudes. Así, pintamos y nos pintan a cada uno el mosaico mental de lo que somos, de como interpretamos el mundo, enriqueciéndolo con cada nuevo retal. 
 
       Me han enseñado a hacer unos garbanzos cojonudos,. Y pulseritas de macramé que luego regalaba. A organizar clases comunales de estiramientos rollo Eva Nasarre a las 8 de la mañana. A recibir docenas de abrazos. A ver como un montón de coreanos te bailan el “Gangnam Style”. A maltratar un poco menos el francés y el catalán. A insultar en alemán. A conseguir billetes de avión muy baratos. También a como llevar con optimismo ser joven y tener Parkinson. 
 
     Me han hablado de lugares que quiero conocer, Borneo, Filipinas, Indonesia…  Me han contado historias de desamores. Me han regalado pasteles, cervecitas, despedidas en papelitos, botellas de vino… (desde luego que con el vino no acertaron, soy el único español a quien no le gusta). Y también un puñado de Emails para no perder el contacto.
 
      Sin duda hay una gran gratificación en el dar. De eso saben mucho los que son padres. Pero además, cuando das recibes, a menudo por otro lado. 
    
Con Cristina y Lourdes, que se quedaron un día extra y nos echaron un cable.
 
  
Y hasta aquí el “Ying” de la experiencia. Se acabó tanto “buenrollismo”  y misticismo. En la siguiente voy con el “Yang”. 

 

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