COMUNA DE LA DERGAH. 99 DIAS GIRANDO. LOS DERVICHES GIRÓVAGOS. TURQUÍA

Habría tantas formas de contar lo que es la Dergah como personas hay en el mundo. Un abanico de visiones que empezaría con los que encuentran aquí el sentido a la existencia, un método para entrar en trance, la confluencia de las energías de Dios con la de la de la Madre Tierra y muchas otras similares.
Y llegaría, claro está, a quien viera en la Dergah una secta abierta, una comuna de perroflautas perdida en Anatolia, un montón de hippies flipaos, dando vueltas y comiendo y durmiendo por el morro.

Lo que si queda claro es que a pocas personas les dejaría indiferente una visita a este lugar.

Solo puedo contarlo como yo lo he visto y entendido, como he sabido o podido colocarlo en mi personal mapa de la vida.

La Derga es un proyecto. Consiste en dar vueltas sobre si mismo, acompañado por la música en directo durante 99 días sin interrupción. Llevan desde finales de Mayo. Siempre debe haber  un mínimo de dos personas girando sobre la pista (o como se le pueda llamar al gran espacio circular donde lo hacen). Para ello, todo el que quiera está invitado a unirse al ritual.
Viajeros de todo tipo y condición son los que se dedican a girar y se turnan para tocar música. El acto de girar se concibe como una forma de meditación, un método para elevar la consciencia.

Es un edificio grande, diáfano, donde conviven en todo momento sobre un centenar de personas. Algunas están largo tiempo, otras tan solo de paso. En la parte de abajo hay una cocina y espacio para comer y dormir todos juntos.

Es un proyecto capitaneado por religiosos sufíes. Les llaman los buenos musulmanes, y desde luego parecen los más abiertos de mente del siempre difícil Islam. Se trata de un proyecto ecuménico, donde conviven personas de todas las culturas y religiones. Incluso no faltan varios israelitas compartiendo colchoneta y rancho con iraníes, egipcios y palestinos.

En la parte de arriba es donde se dan vueltas. !Me encanta este lugar¡  Está prohibido hablar aquí, aunque si se puede cantar, dormir o escribir. Alrededor del lugar central, reservado para los que dan vueltas, queda un gran espacio que lo circunda con colchonetas y mucho espacio para quien quiera estar. Allí duermen, todos tirados, muchos de ellos. O escriben. O se les ve emocionarse cantando y elevando los brazos.

Para la música hacen turnos, y con tambores, algún instrumento ocasional y sus voces ponen la banda sonora, melodías monótonas y relajantes.

Y en la parte central giran, o se podría decir que bailan. Conforme lo sienten van saliendo a la pista. En ocasiones hay más de 15 personas girando sobre si mismas; otras veces apenas 2 o 3.

Cada uno gira como es, como se siente. Eso se ve muy claro desde fuera. Hay quien gira con las manos sobre su pecho, muy lento. Como si bailara pegado a alguien ausente, o quizás como si bailaran consigo mismos, queriéndose mucho. Algunas parecen levitar sobre el suelo, como la bailarina en la caja de un joyero, con los brazos extendidos, una mano al cielo, otra a la tierra.  Otros parecen ajenos al mundo, ausentes y muy lejanos de sus cuerpos que giran sin parar.

Afuera del edificio, a cierta distancia, es donde salen para fumar o airearse. Aquí es donde te das cuenta de el muestrario antropológico en el que te has metido. Aquí conoces rápidamente a gente con visiones muy particulares del mundo.

Sea por misticismo, por ligar, por la comida y cama o por lo que sea; por aquí circulan, se van y se quedan hippies, colgados de todo el mundo, perroflautas, progres, posmodernos, porreros, escultores de su propio Karma, creyentes de todas las religiones, músicos, vividores, chusqueros del rancho gratis, místicos, turistas despistados y hasta alguna que otra persona normal.

No se muy bien cómo se las arreglan en este proyecto . Piden donativo, si. Pero vista la parroquia ya dudo que saquen lo que necesitan para “echar de comer” a tanta gente.

Y es que está claro. Si montas un circo te crecen los enanos.

Dicho esto diré que me encanta este lugar. Es único y muy especial. Me encanta la inspiración y la energía que se contagia en la sala de arriba. Me encanta la armonía que reina entre la gente. Pero sobre todo me encanta el safari humano que se ha reunido alrededor, este particular “Bar de la Guerra de las Galaxias” en el que se te invita a zambullirte. Ojalá pudiera quedarme más tiempo!

En la Dergah no se pueden sacar fotos. Estas son de afuera; con el iraní Moustafá, la coreana In Young y el turco Fuat.