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abr 10

MIAMI-CARIBE

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Este ha sido el itinerario del viaje dibujado por Naranjito y así lo cuenta en su Instagram.
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El Royal Princess llenando el horizonte

El viaje ha tenido dos partes.  

   Para empezar dos cruceros casi consecutivos por el Caribe. Primero el ROYAL PRINCESS, uno de los 10 cruceros más grandes del mundo, toda una ciudad flotante con 5.000 personas a bordo. Estos cruceros largos y en fechas en las que todo el que trabaja no puede venir resultan bastante económicos. Eso si, no esperéis otra cosa que jubilados americanos dentro, abnegados currantes filipinos y poco más, entre estos Naranjito y yo, formando un residuo inclasificable.  

   La vida transcurre tranquila, placentera, lujosa. Por las mañanas navegación o visita a puertos del Caribe. El barco transforma a su llegada todo lo que toca. Las tiendas y tenderetes compiten agresivamente por la adinerada clientela crucerista. Las escalas parecen un centro comercial. Es como si el barco desenrrollara al tocar tierra una alfombra de tiendas por la que es obligado pasar. Otros días son de navegación. Gimnasio, juegos, lectura, aburrimiento…  mucho lujo, mucho buffette y mucha hartura de comer, pero a veces lo que queda es una sensación vacía de aburrimiento, de exceso de convivencia con uno mismo…    

  El segundo crucero, un “Royal Caribbean”, resultó bastante más alegre. Era algo más corto y barato y por tanto había gente más joven y más de clase media. Nos llamaba la atención tanto en un barco como en el otro lo frecuente que es la obesidad mórbida entre los estadounidenses. A veces bastaba con cuatro de los más hermosos para llenar los amplísimos ascensores.      Estos cruceros son en cualquier caso muy lujosos, ya lo he dicho, se dispone de cantidades ilimitadas de deliciosas comidas y bebidas, y no tienes ninguna obligación que cumplir. Un ejército de filipinos anda atento a satisfacer cualquier capricho que se te antoje.

   Sin embargo me quedo con ciertas ideas de Alain de Botton y de Rafael Santandreu que me parece que reflejan muy bien la motivación última de los cruceros. Soñamos con la comodidad, creemos que la necesitamos, que es lo mejor a lo que podemos aspirar. En la continua  búsqueda que es la vida confundimos a menudo los condicionantes exteriores con las fuentes de nuestra felicidad. Estos cruceros son muestra de cómo confundimos la circunstancia, el entorno, el lujo con nuestra felicidad.  

   Sin embargo es una idea equivocada. La comodidad solo se disfruta cuando llevamos tiempo incómodos, y aún así solo durante un rato. Si nos dijeran de quedarnos quietos en un fantástico sofá,con la temperatura perfecta, con una inmensa tele… al rato nos desesperaríamos.  

   Al final nos gustan más las actividades duras en las que tenemos que esforzarnos para manejar la situación mucho más que las placenteras sin más. Nos va la mala vida, el reto difícil. Nos enamoran las mujeres fatales y los chicos malotes. Por eso las estancias en resorts del Caribe se olvidan mientras que India o Camboya dejan marcadas experiencias imborrables.    

 Los cruceros son comfort al máximo nivel. Lo que ocurre es que si no tienes algo que hacer, si no te preocupas en llenar ese tiempo tan libre de cualquier preocupación básica, puedes caer en desidia, en el sinsentido, en la falta de motivación. Y sobre todo puedes caer en el gran peligro que supone el de repente estar a solas contigo mismo sin ninguna distracción de por medio.  

   Sin embargo el crucero está genial cuando es corto, o cuando tienes cosas que hacer o bien cuando vas en una compañía interesante o una mezcla de todas ellas. Está genial disfrutarlos por un tiempo, si necesitas un descanso o bien si tienes faenas que hacer que llevas contigo y puedes hacerlas en tan agradable entorno. Y también es una maravilla para ir con tu enamorada, claro.    

   Que no se me malinterprete. Los cruceros tienen sus peligros, sus momentos mejores y peores. Pero basicamente son una  maravilla. La manera más cómoda de viajar.

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  Para una próxima entrada queda la segunda parte del viaje. Se acabó el aburguesamiento. Cogemos la mochila.

 

¡Allá que vamos Colombia!

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